Hoy vamos al local que hace pocos días ha abierto en Valencia Begoña Rodrigo. Es un hermano del que abrió en el centro comercial de Aldaia, Bonaire. Nos trae una propuesta más informal que la que presenta en su restaurante La Salita (al que siempre hay que acudir sabiendo que el disfrute está garantizado).
Me dejan elegir una de las mesas que tienen para dos comensales. Me pido una cerveza (estrella de Galicia) y me quedo esperando a Andrés. Voy mirando la carta para ir seleccionando los platos.
Y ya está decidido.
Como compañero de mesa, un Ribera del Duero, La Planta: un tinto sin pretensiones de las bodegas Arzuaga. Es fresco, fácil, algo goloso pero sin eclipsar a los bocados que va a acompañar. Pedimos que nos lo refresquen algo más porque hace un día muy pesado de calor y se agradece beber algo más frío (además, en la copa, su temperatura se eleva por momentos).
Y vamos a lo importante. Pido consejo porque el principal es el que manda y es tan contundente que no se muy bien qué más pedir.
Como entrantes nos pedimos unas ostras: la de Andrés al natural, la mía en ceviche (con salsa bien condimentada y un toque picante).
Baos a la española: baos negros rellenos de anillas de calamar con un sutil rebozado, verduras y salsa verde. Están francamente buenos: el calamar tierno, nada pesado y con la salsa y las verduras se convierte en un bocado fresco.
Coca de aceite de salmón: salmón marinado con creme fraiche y rúcula. De nuevo un bocado fresco. La masa de la coca es delicada, no hace acto de presencia, sólo mantiene los ingredientes en su sitio.
Y vamos a lo que deseaba probar...sandwich de pastrami. Lonchas de ternera con queso cheddar y salsa tártara entre dos rebanadas de buen pan de semillas. Im-pre-sio-nan-te. Confieso mi debilidad por el pastrami y este está imperdible. Veo en mesas adyacentes que lo piden como único plato (aún así es un plato contundente que está muy bien compartir con los compañeros de mesa).
Pese a estar sin ganas de postre, Andrés si quiere postre. Después de comentarle los que parecían más ligeros, se decide (se lo va a comer él solito) por un brioche frito relleno de banana con chocolate caliente y nata montada. Lo pruebo para detectar que si, excesivo para mi aunque el chocolate está fantástico. Andrés se queja de que está poco relleno de banana y que el brioche está algo crudo por dentro.
Andrés remata la comida con su consabido ristreto aunque el primero es un café, sin más. Lo devuelve. El segundo ha sido un vaciado de taza. Lo devuelve y el tercero viene en mejores condiciones. Yo me limito a terminar mi copa de vino.
Hay que darle tiempo para que el local y el equipo se asienten. Se nota que están sin rodar y cuando se llena el local (cosa que ocurrió este viernes) se nota algo de descontrol. Con el tiempo, seguro esto se resuelve. Sólo hace falta darle tiempo y rodaje.
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