Por fin volvemos a tener viernestoca después de semanas que por problemas no hemos podido tener nuestras comidas de viernes.
Llegamos al local casi a la vez (cosa que no es frecuente). El local es amplio, con mesas amplias y muy buena separación entre ellas. La cocina tiene una amplia ventana por la que se puede observar el hacer dentro de ella. Como no hay, todavía, muchas mesas ocupadas, nos dejan escoger la mesa que más nos gusta. Elegimos una con buena luz para favorecer las fotos y nos disponemos a leer la carta.
Mientras leemos, nos pedimos unas cervezas (en Valencia el calor ya comienza a apretar a estas horas) que vienen con unas papas.
También nos traen unos panecillos y una bandeja con all i oli y tomate preparados con aceite de oliva y sal.
Pero vamos a la comida. Como compañero de mesa y visto lo que vamos a comer, nos decidimos por un cava, Gramona Imperial que siempre es un acierto. Como siempre, impecable.
Como detalle de la casa nos traen un atún maridado con soja, crudités y caviar de algas. Nos lo tomamos de bocado: sabroso, buen conjunto.
Casi toda la comida seremos atendidos por Rubén Fos, dueño y jefe de sala del local.
Como entrantes pedimos unas croquetas de ibérico y de bogavante. Ambas con buenos tropezones. Las de ibérico algo subidas de sal pero tremendamente buenas. Las de bogavante más delicadas pero igualmente deliciosas.
Impresionante pulpo a la brasa con un cremosísimo puré de patata. El pulpo muy sabroso y tierno, muy tierno. Este plato es para no perderselo.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, pedimos arroz para comer. Es un local que en cocina además del chef Carlos Macián, tienen un experto arrocero. Pedimos un arroz de rodaballo y calamar de playa. El arroz, en su punto, con textura, como nos gusta en Valencia, con muchos tropezones y buenos trozos de rodaballo que han sido dejados caer encima cuando ya estaba casi terminado el plato por lo que no ha sufrido sobrecocción. El arroz de menos de un dedo de profundidad con un tremendo velo que recubre todo el arroz. Francamente, impresionante.
Nos dejamos parte del arroz porque nos sentimos satisfechos y hace muchas cucharadas (hemos decidido comer en la paella) que son más de gula que de hambre.
Llegamos a duras penas al postre: esfera de chocolate con avellanas en tres texturas, con chocolate caliente y helado de avellana. Postre contundente y para amantes del chocolate, las avellanas y el dulce.
Andrés remata la comida con su consabido ristreto, aunque viene algo más largo de lo que el ristreto requiere. Yo le acompaño rematando el último sorbo de cava.
Nos ofrecen un licor-digestivo pero declinamos la oferta.
Buen local, con muchas cosas interesantes, por ejemplo, el pescado a la brasa que no me lo perderé en la próxima visita.