Una vez más estamos en L'Eixample buscando un local que lleva unos cinco meses abierto. Lo encuentro sin problemas. Llego la primera. Tenemos reserva, me dicen que excepto una mesa (que está reservada) puedo escoger la que más me guste. Elijo una y sin darme tiempo a sentarme llega Andrés.
Nos pedimos unas cervezas mientras miramos las cartas y nos decidimos sobre los platos que vamos a degustar.
Tenemos la reserva a través de El Tenedor y tenemos descuento en la cuenta final siempre que pidamos algún entrante (primero) y dos segundos. Con estas indicaciones nos dedicamos a la lectura.
Una vez leídos y elegidos, pensamos en el vino. Nos inclinamos por un malbec, Séptima malbec: pedimos que nos lo decanten porque viene intratable, potente, marcando el paso y dominando. Como aún tenemos cerveza, nos decidimos por dejarlo que se oxigene y que coja mejor temperatura (la estamos bajando).
Y vamos a la comida. Como entrantes disfrutamos de unos bombones de foie con jalea de yuzu. Bocados deliciosos. Para este entrante tomamos dos copas de cava (se agradece porque el vino se habría cargado la delicadeza del foie). El cava es Codorniu mediterránea...no impresiona pero la burbuja es fina, el sabor es delicado. Nos lo quedamos.
Otro entrante son unas samosas indias de cordero. Bien especiadas, bien rellenas. Ricas.
También pedimos el entrante que parece ser su seña de identidad: ensaladilla de patata violeta con mahonesa de trufa blanca y huevo mollet. Bien condimentada, sabrosa, el huevo le da un plus. Buen plato: la trufa, el huevo y la patata hacen el trío más espectacular que existe.
Un plato fuerte es bacalao en tempura con crema de estragón. El bacalao es desalado y está impecablemente hecho. La crema de estragón aligera el plato. El otro plato fuerte es un lomo alto de vaca madurado (de 300 gr) con pesto de rúcula y avellanas: la carne está hecha a nuestro gusto, muy poco hecha, muy muy tierna y sabrosa. Ella sóla es un bocado soberbio; con el pesto se vuelve un bocado más divertido. Muy buen plato.
Pese a que teníamos pensado pedir postre a estas alturas estamos ahitos y es imposible que posamos ni tan siquiera con un postre compartido.
Así que Andrés remata la cena con un café sólo porque hay que despejar la cabeza de lo mucho comido y bebido. Mientras, yo remato la copa de malbec que a estas alturas de la comida se ha ido domando...lentamente.