Estamos en el barrio de Ruzafa y hoy comemos en un restaurante de cocina coreana. Llevan abiertos cerca de un año y reconozco que le tenía ganas desde hace mucho tiempo.
Una vez más, llego la primera y me dejan escoger una de las tantas mesas que tienen para dos comensales. Elijo la que me parece estar mejor iluminada y me quedo leyendo las cartas y degustando una fantástica Alhambra especial.
Cuando llega Andrés, ya tengo claro lo que vamos a comer. Durante toda la comida nos atenderá Raúl (que me ha ayudado a no pasarme pidiendo y a elegir platos según nuestros gustos) que se encarga de atender toda la sala. Yoon estará al mando de los fogones.
Como compañero de mesa y una vez finiquitadas nuestras cervezas, tomaremos un tinto de Ribera del Duero, Dolmo: un tempranillo sin complicaciones, con buenos toques de fruta, fresco y con una ligera persistencia pero con una acidez que va a poder competir bien con el picante de nuestra comida.
Y vamos a lo importante.
Como entrantes pedimos unos Mayak Gimbap, unos mini makis (algo más delgados y más largos) con una salsa algo dulzona pero con algo de wasabi. Frescos, divertidos y ligeros.
Kimchi. Me encanta el kimchi y este estaba crujiente, con un punto subido de picante. De-li-cio-so.
Como plato fuerte pedimos un Ssam Set, un plato para compartir. Y de entre los que habían, pedimos un Jeyuk Bokkeum, es decir, cerdo picante salteado con unas tiras de verduras. Este plato viene acompañado de hojas frescas (de lechuga y de roble), una salsa de miso con toques dulces y picantes y nabo picante. La salsa (una poquita), el rábano, el cerdo y las verduras se ponen encima de las hojas frescas y se lian haciendo un rollito. Y a disfrutar. El cerdo estaba tierno, sabroso (sólo para amantes del picante). El conjunto está lleno de matices, de sabores intensos que juegan a entremezclarse, jugando a hacer equipo y no a sobresalir unos sobre los otros sabores. Impecable plato.
Este venía, además, acompañado por tres platillos del día: el nabo picante (ya lo he comentado antes), tortitas coreanas (creo que nouk bindaetteok, de judias secas) con una salsa de cebollino con salsa de soja, vinagre de arroz, aceite de sésamo tostado y granos de sésamo tostado. Las tortitas estaban buenas pero la salsa era deliciosa, para comerla a cucharadas. El tercer platillo era un guiso de patatas que siendo así de simple, en apariencia, estaban muy ricas y dulcificaban nuestras papilas ante al cerdo picante.
Sólo había un postre así que poco tuvimos que pensar: mousse de té verde con chocolate blanco. Es cierto que se hacen muchos postres con té verde. Me encanta el té verde (lo tomo a diario) pero en los postres creo que siempre se vuelve el protagonista principal eclipsando a todos los demás sabores. Lo bueno del postre fue que era muy poco dulce lo que ayudó, junto con Andrés, a terminarlo sin problemas.
Andrés remata la comida con su consabido ristreto. Pregunto a Raúl por algún digestivo y me presentan el Soju, un licor coreano fermentado que puede ser de cebada, de arroz, con caña de azúcar, con fructosa y con zumo de pomelo. Hay muchas versiones aunque en un principio se elaboraba sólo fermentando arroz. El resultado es un licor suave que recuerda al vodka pero mucho más amable y algo más dulce.
Una buena forma de rematar esta comida coreana. Pienso repetir.
Kimchi. Me encanta el kimchi y este estaba crujiente, con un punto subido de picante. De-li-cio-so.
Como plato fuerte pedimos un Ssam Set, un plato para compartir. Y de entre los que habían, pedimos un Jeyuk Bokkeum, es decir, cerdo picante salteado con unas tiras de verduras. Este plato viene acompañado de hojas frescas (de lechuga y de roble), una salsa de miso con toques dulces y picantes y nabo picante. La salsa (una poquita), el rábano, el cerdo y las verduras se ponen encima de las hojas frescas y se lian haciendo un rollito. Y a disfrutar. El cerdo estaba tierno, sabroso (sólo para amantes del picante). El conjunto está lleno de matices, de sabores intensos que juegan a entremezclarse, jugando a hacer equipo y no a sobresalir unos sobre los otros sabores. Impecable plato.
Este venía, además, acompañado por tres platillos del día: el nabo picante (ya lo he comentado antes), tortitas coreanas (creo que nouk bindaetteok, de judias secas) con una salsa de cebollino con salsa de soja, vinagre de arroz, aceite de sésamo tostado y granos de sésamo tostado. Las tortitas estaban buenas pero la salsa era deliciosa, para comerla a cucharadas. El tercer platillo era un guiso de patatas que siendo así de simple, en apariencia, estaban muy ricas y dulcificaban nuestras papilas ante al cerdo picante.
Sólo había un postre así que poco tuvimos que pensar: mousse de té verde con chocolate blanco. Es cierto que se hacen muchos postres con té verde. Me encanta el té verde (lo tomo a diario) pero en los postres creo que siempre se vuelve el protagonista principal eclipsando a todos los demás sabores. Lo bueno del postre fue que era muy poco dulce lo que ayudó, junto con Andrés, a terminarlo sin problemas.
Andrés remata la comida con su consabido ristreto. Pregunto a Raúl por algún digestivo y me presentan el Soju, un licor coreano fermentado que puede ser de cebada, de arroz, con caña de azúcar, con fructosa y con zumo de pomelo. Hay muchas versiones aunque en un principio se elaboraba sólo fermentando arroz. El resultado es un licor suave que recuerda al vodka pero mucho más amable y algo más dulce.
Una buena forma de rematar esta comida coreana. Pienso repetir.