sábado, 8 de febrero de 2020

7 de febrero de 2010. La Taula de Yoon c/ Doctor Serrano, 19 Tf 640848935

Estamos en el barrio de Ruzafa y hoy comemos en un restaurante de cocina coreana. Llevan abiertos cerca de un año y reconozco que le tenía ganas desde hace mucho tiempo.

Una vez más, llego la primera y me dejan escoger una de las tantas mesas que tienen para dos comensales. Elijo la que me parece estar mejor iluminada y me quedo leyendo las cartas y degustando una fantástica Alhambra especial.
Cuando llega Andrés, ya tengo claro lo que vamos a comer. Durante toda la comida nos atenderá Raúl (que me ha ayudado a no pasarme pidiendo y a elegir platos según nuestros gustos) que se encarga de atender toda la sala. Yoon estará al mando de los fogones.
Como compañero de mesa y una vez finiquitadas nuestras cervezas, tomaremos un tinto de Ribera del Duero, Dolmo: un tempranillo sin complicaciones, con buenos toques de fruta, fresco y con una ligera persistencia pero con una acidez que va a poder competir bien con el picante de nuestra comida.

Y vamos a lo importante.
Como entrantes pedimos unos Mayak Gimbap, unos mini makis (algo más delgados y más largos) con una salsa algo dulzona pero con algo de wasabi. Frescos, divertidos y ligeros.
Kimchi. Me encanta el kimchi y este estaba crujiente, con un punto subido de picante. De-li-cio-so.

Como plato fuerte pedimos un Ssam Set, un plato para compartir. Y de entre los que habían, pedimos un Jeyuk Bokkeum, es decir, cerdo picante salteado con unas tiras de verduras. Este plato viene acompañado de hojas frescas (de lechuga y de roble), una salsa de miso con toques dulces y picantes y nabo picante. La salsa (una poquita), el rábano, el cerdo y las verduras se ponen encima de las hojas frescas y se lian haciendo un rollito. Y a disfrutar. El cerdo estaba tierno, sabroso (sólo para amantes del picante). El conjunto está lleno de matices, de sabores intensos que juegan a entremezclarse, jugando a hacer equipo y no a sobresalir unos sobre los otros sabores. Impecable plato.
Este venía, además, acompañado por tres platillos del día: el nabo picante (ya lo he comentado antes), tortitas coreanas (creo que nouk bindaetteok, de judias secas) con una salsa de cebollino con salsa de soja, vinagre de arroz, aceite de sésamo tostado y granos de sésamo tostado. Las tortitas estaban buenas pero la salsa era deliciosa, para comerla a cucharadas. El tercer platillo era un guiso de patatas que siendo así de simple, en apariencia, estaban muy ricas y dulcificaban nuestras papilas ante al cerdo picante.
Sólo había un postre así que poco tuvimos que pensar: mousse de té verde con chocolate blanco. Es cierto que se hacen muchos postres con té verde. Me encanta el té verde (lo tomo a diario) pero en los postres creo que siempre se vuelve el protagonista principal eclipsando a todos los demás sabores. Lo bueno del postre fue que era muy poco dulce lo que ayudó, junto con Andrés, a terminarlo sin problemas.
Andrés remata la comida con su consabido ristreto. Pregunto a Raúl por algún digestivo y me presentan el Soju, un licor coreano fermentado que puede ser de cebada, de arroz, con caña de azúcar, con fructosa y con zumo de pomelo. Hay muchas versiones aunque en un principio se elaboraba sólo fermentando arroz. El resultado es un licor suave que recuerda al vodka pero mucho más amable y algo más dulce.
Una buena forma de rematar esta comida coreana. Pienso repetir.













24 de enero de 2020. Juu Ni C/ Cirilo Amorós, 12 Tf 960215373

Este viernes vamos a tomar nuestro primer ramen en estas comidas de viernes. Hace un poco de frío (bueno, del frío de Valencia) y tomar algo caliente nos va a sentar bien. Es un local cuya especialidad  es el ramen y llevan abiertos no llega a un mes.
Una vez más, llego la primera, me sitúan en la mesa que está reservada para nosotros y me dejan no sin antes ofrecerme algo de beber. Me decido por una cerveza Turia mientras espero.
Esta comida, y una vez más, vamos a ser tres en la mesa. Esto lo comento por la cantidad de platos que van a aparecer en las fotos y en los comentarios. 
Existe un menú que consta de un entrante, un primero y un ramen. Miramos bien la carta y con lo que vemos, nos decidimos.
Al ver los platos que íbamos a disfrutar nos decantamos por un vino blanco. La mala suerte hizo que no lo tuvieran frío así que volvimos a leer la carta de vinos y fuimos a lo seguro: Venta del Puerto 12. Como siempre, un vino seguro, goloso, más imperioso al principio y amable al cabo de pocos minutos. La primera botella viene con defecto. Lo pruebo y lo descarto. La segunda botella viene impecable y en su punto de frescor.
Fuera de carta vamos a optar por unas ostras y un steak tartar. Las ostras vienen con una espuma y unos brotes que no desmerecen ni empañan a la ostra (Andrés piensa que son muy pequeñas). Están buenas. El único pero es que no estaban soltadas de la concha así que me comí los brotes y la espuma y se quedó la ostra para el segundo bocado una vez conseguí separarla de su concha. 
Mención especial a quien nos atiende, Uber, que será amable y atenderá todas nuestras preguntas y peros. Siempre que se acerca a la mesa para retirar platos, nos preguntará qué nos ha parecido el plato. 
El steak tartar viene bien aderezado, un punto subido (me encanta) de picante. Le acompaña unas láminas de yuca. Buen plato con sabrosa carne y bien cortada a cuchillo. 
Y vamos a lo que realmente era el menú.
Como entrantes pedimos edamame (vainas de soja bien fritas con sal maldon) y Gona wakame (algas cortadas muy finas y aderezadas como ensalada. Muy ricas).
Como primer plato elegimos:
Tonkatsu (lomo ibérico rebozado y frito. Pese a estar bueno, para mi estaba excesivamente rebozado y poco jugoso. Pero a Andrés le gustó.
Gyoza de verduras: buenas pero les faltaba un toque de especias para hacerlas más divertidas.
Gyoza de pollo: las mejores, con buen relleno y sabrosas. 
Evidentemente habían cuencos con soja para mojar las gyozas y hacerlas más sabrosas.
Los tres nos decantamos por el mismo ramen, Miso Ramen, que como se indica el caldo era de miso (pregunté qué tipo de miso era y no supo decirme qué tipo de todos los misos que existen era el que estaban utilizando). El cuenco era enorme lleno de fideos soba sabrosos y divertidos, maíz, col lombarda cortada muy muy fina, un trozo de cerdo como macerado y un huevo con la yema casi líquida que pasó a formar parte del caldo. Comimos hasta no poder más y aún así se quedó en los cuencos casi la mitad de lo que había venido. Esto es bueno saberlo para próximas veces. 
Para postre nos comentan que sólo tienen helados. Nos decidimos por tres sabores: té verde (para amantes del té, con potente sabor), menta japonesa (más bueno de lo que pensábamos con un toque cítrico que lo hacía muy refrescante) y vainilla (no me resisto a hacer el postre ochentero de verterle un café expreso por encima para hacer un postre maravilloso. Mira que me gusta este postre). Mientras me relamo con mi postre del siglo pasado, Andrés remata la comida caldosa con su consabido ristreto (bueno, será un expreso).
Sitio interesante y les animo a ampliar su carta de ramen.