Un viernes más nos vamos de comida. Esta vez a un coqueto restaurante que está en un aún más coqueto hotel (el hotel Inglés).
Llego pronto y me conducen al comedor que tiene alguna mesa ocupada. Mesas bien vestidas, con una separación entre ellas más que adecuada. Me dejan en la mesa y tengo que avisar para que, mientras espero, me sirvan una cerveza. Falta como media hora para que llegue Andrés. Al tiempo, viene la camarera con un cuenco de cacahuetes para hacerme la espera más ligera (ya hace rato que tengo la cerveza en mi poder).
Por fin, llega Andrés pide otra cerveza y algunos cacahuetes más mientras leemos la carta de vinos. Aunque lo tengo claro. Hoy toca cava. Estamos dentro de las jornadas gastronómicas de setas y ese es el menú que vamos a tomar. Sólo tenemos que elegir los segundos.
Como compañero de mesa nos inclinamos por un Agustí Torelló Brut Nature. Un cava que siempre responde: elegante, de burbuja fina, con la acidez suficiente como para plantarle cara al menú que vamos a comer. Nos llama la atención que hayan abierto la botella no en nuestra presencia (hemos oído el sonido de apertura de la botella) y nos la traigan abierta. Andrés pide el tapón el cual viene en perfecto estado. No comprendemos muy bien esta forma de servicio de bebida.
Y vamos a la comida.
Como entrantes viene una bandeja con distintas setas y en distintas elaboraciones:
setas ostra a la parrilla con polvo de ajo y aceite de oliva, seta ostra en gabardina con virutas de jamón, seta ostra rellena con parmesano, setas shitake gratinadas y croquetas de hongos con crema pomodoro. Lo mejor, la croqueta de hongos: sabrosa, con buena textura. De la bandeja de setas, nos quedamos con la que lleva jamón que realza el sabor de la seta. Echamos de menos más contundencia en la presencia de ajo (que se lleva a las mil maravillas con ciertas setas) y algo de sal. Y nos parecía excesiva la presencia de empanado en las setas.
Después vinieron los restantes entrantes: pastel de mix de setas y salteado de seta eryngii con langostinos al cebollino. El pastel de setas muy correcto. El salteado de seta eryngii con su textura y sabor que recuerda a la sepia, iba que ni pintada a los langostinos. Volvimos a echar de menos más presencia de sal, no para camuflar sino para realzar el sabor de ambos componentes del plato: la seta y el langostino.
Como platos fuertes, de todos los que habían, elegimos unos canelones de pleurotus eryngii con champiñón laminado, carrillera a la antigua y parmesano, francamente buenos y un bacalao a baja temperatura con humus de setas mixtas y juliano de champiñón: en su punto, muy bien desalado, jugoso y con muy buen sabor. Ambos platos nos encantaron. También habían otros con nombres tan sugerentes como salteado de láminas de secreto ibérico con Lactarius deliciosus y ajetes tiernos, fideo meloso de shitake, eryngii y enoki con mix de verduras y un rissotto con setas shitake y eryngii con fumé de gamba roja.
Como postre nos sirvieron un falso bizcocho de chocolate relleno de mix de setas caramelizadas y crema de arroz con leche. Curioso postre donde las setas estaban presentes sin resultar estridentes.
Andrés remató la comida con el novedoso doble expreso para soportar la tarde de trabajo que aún le restaba. Mientras, remato mi copa de cava.
Pese a que la comida ha estado bien, hemos echado de menos platos más frescos. Los peros son sobre todo a los entrantes. Si, es otoño, pero las setas se merecen un trato más creativo. ¿Por qué no un carpaccio de setas eryngii? ¿por qué no un simple salteado de setas laminadas con buena presencia de buenas láminas de ajo bien dorado? ¿por qué no haber hecho unos canelones rellenos de setas y donde la carne -fuera la que fuera- estuviera haciendo sólo acto de presencia? Con lo bien que se llevan las setas y el huevo ¿por qué no un huevo a baja temperatura con polvo de setas?.