Esta vez es un restaurante que pilla en la zona donde estoy pasando unos días (y si, no es viernes, es sábado pero ¿qué más da?)
Es un hotel rural en medio de la montaña, con muchas rutas de senderismo, silencio, pajaritos y muchos pinos. Vemos buitres volar y hacer círculos utilizando las corrientes de aire y las distintas temperaturas. Vamos, entorno campestre.
El comedor del restaurante es amplio, mucho, y las mesas están a buena distancia. Tienen horno de leña que es una de las cosas que lo han hecho el restaurante elegido.
Pero vamos a lo importante. Como entrantes pedimos:
Rabas. Correctas, muy crujientes pero con no demasiado sabor
Croquetas de rabo de toro. Bien de sabor pero demasiado espesas.
Cecina y queso en aceite. La cecina estaba deliciosa y el queso tenía muy buen sabor.
Como platos principales se pidieron:
Rodaballo asado a la leña con acompañamiento de unos pimientos de padrón, una patata asada y media alcachofa. El pescado estaba delicioso y en su punto. La alcachofa asada estaba para chuparse los dedos igual que la patata. Pero al plato le hubiera venido bien ponerle un cuenco con alguna salsa: bearnesa, mayonesa, meri, aceite emulsionado con algunas especias. Hubiera hecho un plato más divertido y completo. Lo hubiera redondeado.
Carrilleras en salsa de vino. Como ves en las fotos, el plato se las traía. La carne muy muy tierna con una salsa que si el plato hubiera sido más comedido, se merecía unos rebañados con un buen pan.
Toda la comida fue acompañada por un tinto, Carmelo Rodero del 2022. Un vino correcto que acompaña bien a la comida que vamos a tomar.
Como postre, no nos resistimos a probar su tarta de queso. La tarta estaba buena, no muy dulce. El problema, para mi, fue la mermelada. Sobraba.
Para rematar la comida unos buenos cafés y carajillos de wiski.