Este viernes vamos a un local japonés. Su filosofía es la de las tabernas japonesas donde comer a buen precio y con una rotación constante de comensales. Su especialidad son las brasas y los yakitoris (brochetas a la japonesa).
Llego la primera y mientras espero me pido una copa de vino blanco, un godello Grego de Monaguillo: con buena acidez. Correcto. Como si Andrés hubiera estado en la esquina observando y antes de que pueda tomar el segundo sorbo de mi copa de vino, entra Andrés y, claro está, se apunta al vino blanco.
Nos hacen pasar a la parte de dentro del local para que estemos más cómodos. Son pequeñas mesas y pequeños reservados con mesas para cuatro comensales o algunos más.
Nos dejan con las cartas (hay menú al mediodía) y el vino.
Nos atenderá Adriana y Arantxa (jefa de sala) vendrá a nuestra mesa en alguna ocasión para explicar o comentar algún plato o ingrediente.
Como vino, nos decidimos por un conocido mio (además de conocer al dueño de la bodega): Convento Oreja un Ribera del Duero con buena textura, buen sabor y una permanencia considerable pero lo suficientemente amable como para molestar poco a los platos que vamos a degustar.
Para comenzar pedimos unos edamame con sal y picante (en las mesas hay una bandeja con una mezcla de especias incluida una picante, una pimienta japonesa muy aromática y algo cítrica y más sal maldom por si apetece). Como siempre el edamame es entretenido, delicioso y con el picante, una delicia. Y con el toque brasa, francamente buenos.
Al final nos decidimos porque sea el chef quien decida los yakitoris que vamos a tomar. Esta selección es de 6, así que pedimos doce para completar toda la comida.
Los primero son uno de tomate cherry con bacon y una berenjena con sésamo. Tengo un problema con la acidez del tomate y dicha acidez la noto muchísimo más cuando el tomate está cocinado. Así, que si, me como uno de los tomates pero el otro se lo cedo a Andrés. Es un pincho que está bien pero no está hecho para mi. El de berenjena es muchísimo más sabroso, con buen sabor a brasa.
Los dos siguientes son uno de costilla de ibérico a la barbacoa (sabroso y con una carne tiernísima) y un muslo de pollo (por el sabor a brasa lo hace algo especial)
Uno de sepia con mayonesa yuzu (de los que más me gustaron) y un solomillo con sal maldom (el solomillo no necesita nada más, buen fuego y sal maldom)
Setas shitake (el sabor de las setas asciende unos puntos al pasar por brasa) y muslo de pollo con cebolleta (la cebolleta le añade un plus al pollo)
Costilla de ibérico a la barbacoa (no nos importa repetir este yakitori) y sukine (como una albóndiga de pollo bien especiada que viene con una yema de huevo con la que hay que impregnar la albóndiga. Yakitori sabroso por las especias y original por lo de la yema).
Y los dos últimos fueron de entrecot de buey con mayonesa de mostaza (de-li-cio-so) y repetimos el de calamar con mayonesa de yuzu. Para mi el par ganador.
Como postre nos pedimos un milhojas con nata montada con yuzu y jengibre. Para mi que no soy golosa, me pareció un postre divino: las hojas masa filo muy crujientes y poca cantidad lo que lo hace muy ligero y esa nata con el toque picante del jengibre y la acidez dulzona del yuzu se vuelve soberbia. Muy buen postre.
Andrés pretende tomar café, pero aquí no sirven café. Por lo que nos pedimos ambos un té verde. Pero para redondear la comida pedimos unos digestivos: un sake (Taru sake) para mi, tremendamente ligero y aromático y un licor de cerezas para Andrés.
De la carta faltan por descubrir muchos otros platos, así que volveremos, aunque sea por separado.