Este viernes vamos a comer en un local de cocina fusión. Mezclan cocina latinoamericana, asiática y mediterránea pudiendo encontrar platos habituales en estas cocinas.
Llegamos juntos (si, algo inaudito) y tenemos una mesa cerda de los ventanales. Juan Carlos, dueño y la persona que nos atenderá durante toda la comida, nos indica que lo que en este local se anima a compartir los platos para poder degustar recetas diferentes. No hace falta que nos anime a ello, nos encanta compartir platos y así llegar a probar más sabores.
Nos pedimos unas cervezas mientras inspeccionamos la carta. Estas vienen con unas aceitunas aliñadas.
Como compañero de mesa pedimos un vino valenciano, Bobal en Calma 2018. Como su nombre indica es un vino ligero, fácil, sin aspiraciones a ser el actor principal de la comida. Buen acompañante para no apoderarse de los platos.
Y vamos a lo importante.
Ceviche de corvina. Un ceviche con una excepcional leche de tigre: sabrosa, con toque de picante, muy aromática. Como curiosidad: la batata viene al dente y en dados lo que hace un toque crujiente muy interesante sin perder el dulzor habitual. El contra es que el maíz son nuestros conocidos quicos y no sus choclos o sus cancha. Aun así, altamente recomendable. Viene acomapañado de pan tostado y totopos.
Pulpo a la brasa con acompañamiento de puré de batata. Francamente bueno. Muy tierno y muy asado lo que potencia su sabor.
Saquitos crujientes de cordero: saquitos de masa brick rellenas de trozos de cordero bien guisados, muy sabrosos, tierno y delicioso sabor. Nos encantan.
Gyozas de rabo de toro. Las típicas empanadillas japonesas, rellenas de nuestro típico rabo de toro y sobre la salsa del guiso del rabo de toro. Para repetir y repetir este plato.
Tartar de atún. Cubitos de atún aderezados con mahonesa de wasabi, soja dulce y piña (si, piña y le va como anillo al dedo), cebolla crujiente y guacamole. Muy muy bueno.
Entrecot de vacuno al grill. Viene acompañado de yuca frita y emulsiones de distintas salsas más o menos picantes. Como nos gusta el picante, le pedimos algo más subido de tono. Nos trae una salsa de habaneros que hace la delicia y le va a la carne (y a lo que sea) fantásticamente bien.
Y llegamos al postre. Tenemos una panacota de chocolate blanco (que hace las delicias a todos los golosos), un mouse de café (fina y deliciosa como siempre) y un tremendo mouse chocolate negro (sólo para amantes del chocolate negro).
Para acompañar estos postres nos invitan a un digestivo. Andrés se inclina por un ron venezolano y yo por un bourbon.
Esta vez, y sin que sirva de precedente, Andrés no remata la comida con su consabido ristreto.
Buena y divertida comida con un recorrido gastronómico por distintos platos pertenecientes a distintas cocinas.