Hoy comida en un restaurante clásico con buena materia prima y buena carta de vinos.
Como entrantes un carpaccio de bacalao que no da tiempo ni a hacer una foto (hay hambre) que a su vez viene con un fantástico pan de picos, crujiente y de miga apretada (como todo el pan que suele hacerse en esta zona.
Una ensalada con hoja de roble, buen atún, cebolla y pimientos asados.
Los platos principales ya son individuales: hay chuletillas (¿cómo no?), rabo de toro, solomillos y entrecot. Carnes muy buenas: tiernas, tratadas con mimo y sin grandes aderezos, no lo necesitan, solo sal y emplatar.
Los postres volvemos a compartir: leche frita, chocolate, otro que creo que era de piñones y, como el dulce no es lo mío, un helado de vainilla junto con un expreso (postre de juventud que aún me sigue encantando).
Acompañando la comida, dos vinos: Convento Oreja roble de nuestro amigo Antonio (vino impecable. El joven está para tomarse la botella de una sentada) y un Pago de los Capellanes también joven que también hará las delicias a los que estamos en la mesa.
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