Y un viernes más nos vamos a buscar algún local en el que aún no hayamos estado. Si, quedan muchos por explorar y otros que han cambiado de nombre, de dueño, de cocina. Tarea interminable llena de disfrute y sorpresas.
Este viernes vamos a un local que ya lleva varios años. Al entrar, nos recibe una barra y nos parece un bar pero cuando llegamos a la sala, sopresa: mesas bien vestidas, una terraza interior llena de plantas, decoración que separa grupos de mesas. Una sala tremendamente agradable.
Esta vez, y sin que sirva de precedente, Andrés me está esperando. Nos pedimos un par de cañas porque hoy en Valencia hace un calor veraniego. Mientras tanto, Andrés mira las cartas, de comida y de vinos, y va decidiendo qué vamos a comer.
Como compañero de mesa, elige un vino tinto impecable: Mauro del 2016. Hay que dejarle que respire. En nariz es tremendamente aromático, frutas rojas, torrefactos, algo de pimienta. En boca es carnoso, envolvente, con gran persistencia y a la vez amable, educado. Es un excelente compañero.
Y vamos a los platos.
Nos dejan un cesto con rebanadas de pan, que nos cobran, con aceite de oliva de Viver: Lágrima. Antes de comenzar a probar los platos, nos divertimos con una rebanada de pan bien aceitada.
Como entrantes pedimos una ensalada con foie, jamón de pato y vinagreta de piñones. Es un ensalada excesivamente grande (menos mal que ibamos a compartirla) y con exceso de hoja verde. Aún así se agradece algo fresco en la comida.
Steak tartar de solomillo de buey. Viene con dos pequeñas yemas y rebanadas de pan tostado. Bien aderezado y con un toque picante. Buen steak tartar.
Vieiras gratinadas con allioli sobre cebolla caramelizada. Las vieiras estaban en su punto (nada pasadas pese a estar gratinadas); el allioli no restaba nada sabor al de las vieiras. Y sorprendentemente la cebolla estaba deliciosa. No se si le podría llamar caramelizada pero estaba cocinada suavemente con bolas de pimienta, hojas de laurel y, supongo, algo de vino blanco. Se había quedado tierna, muy tierna, dulce y con los sabores que le habían prestado los otros ingredientes. Delicioso plato. Fino y con soberbio sabor.
Entrecot de vaca madurada. Entrecot que viene trinchado y acompañado de unos pimientos pequeños y unas patatitas asadas. Estaba bastante en su punto aunque algunas zonas estaba algo pasado para nuestro gusto (nos gusta la carne muy poco hecha). Pese a estar sabroso, venía con exceso de grasa y nervios por lo que hicimos un gran destrozo de la carne para encontrar un bocado limpio de sólo carne magra.
Como postre pedimos una tarta tatin de manzana. A Andrés le recuerda más a un apple pie pero está muy buena. Le acompaña una bola de helado y dos pegotes de nata de bote (detesto estos adornos en los postres...hay que dejar solo lo importante). No tienen calvados para desgracia de Andrés.
Y, como siempre y para no perder las buenas costumbres, Andrés remata la comida con su consabido ristreto. Nos invitan a un digestivo y pedimos un par de bourbons (vaquerito) y nos sirven Four Roses. Buen fin de comida.
Y si todo va bien, dentro de quince días volveremos.
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