Hoy toca comer en un local que lleva apenas abierto tres semanas. Una vez más llego la primera y con alegría percibo que todas las mesas están reservadas. Me ubican en la única que queda de dos (las demás las han juntado para hacer mesas de más comensales).
Mientras espero, me hidrato con una copa de cava (¡bien! tienen cava por copas) Ciento Volando, un cava valenciano sin pretensiones, fácil, alegre y que prepara bien las papilas para la comida. Me informan que trabajan con menú. Esto me contraría porque pese a que el menú (corto y largo) tiene buena pinta, quiero pedir más cosas que las que ofertan en el menú. Lo hablo y dado que aún no está la avalancha de la comida, hablará con cocina y verá qué se puede hacer. Los platos de carta son los que ofertan por la noche, así que deben atemperarlos o calentarlos para poder servirlos, eso es tiempo y si el comedor estuviera lleno, sería imposible. Me alegra que no pongan pegas para preparar lo que vamos a comer. Dejo el pedido hecho mientras espero a que Andrés llegue.
Para acompañar nuestra comida he visto un godello que me parece que va a ser un buen compañero de mesa: Abad dom bueno. Un blando 100% godello que en nariz se detectan las frutas maduras, hinojo y en boca es delicioso, con una acidez muy equilibrada, envolvente, limpio y muy fácil de beber pero con alta persistencia. Muy rico.
Y vamos a lo importante.
Ensaladilla vasca. Una ensaladilla con buenos toques de encurtidos (piparras entre ellos) y recubierta con laminas de bacalao ahumado y unos puntos de crema de piquillos. Muy buen comienzo.
Pulpo bravo. Buenos trozos de un pulpo muy tierno y muy sabroso (con intenso sabor a mar) con dados de chirivía y aliñado con mostaza antigua, all i oli y una salsa brava que lo pone en órbita. Plato redondo e imperdible.
Guiso de alcachofas. Viene con foie, yema de huevo, mantequilla tostada y chicharrones de cerdo. Aún estamos en época de alcachofas y hay que aprovecharse. La mezcla de todos los ingredientes hacen una combinación de sabores que lejos de entorpecerse, se elevan. Nos lo terminamos a cucharadas (la salsa) y lo rematamos sucando pan.
Bocado de anguila. No se ni por donde empezar. Son dim sum rellenos de anguila ahumada y puestos en una salsa de all i pebre. Hacía tiempo que un plato no nos hacía quedarnos sin palabras. Este, junto al de pulpo, lo ha conseguido. Plato redondo, imperdible e imperdonable no pedirlo.
Pulled pork pibil. Bocadillo redondo relleno (en buena cantidad) de cerdo desmigado bien especiado y cocinado. Muy buen bocado. Hemos echado de menos más picante. (Al final y hablando con el chef Javier Linares, nos comenta que se puede servir de hecho ponen unos cuencos con diversas salsas para jugar con ellas a otorgar más especias, picante). Lástima no haber pedido más picante. Para la próxima vez. Necesitamos algo más de bebida porque hemos hecho corto con el fantástico godello. De los vinos que tienen por copas (ofrecen cuatro diferentes de tintos) nos decidimos por un Martín Berdugo, un ribera del Duero que se comporta bastante bien con este plato (y con el que le sigue que será el postre).
Rematamos la comida con un postre: cho.co.la.te Soberbia tarta de chocolate (nada pesada, bien húmeda -como si fuera un brownie-) recubierta por buen chocolate negro, con una bola de helado de chocolate negro y polpo de pica-pica. Para apasionados del chocolate.
Andrés remata la comida con su consabido ristreto. Apuro la copa de vino mientras disfruto de una de las chocolatinas que le han puesto con el café: chocolate con café (¡diosmio!)
Al terminar, en la puerta, nos encontramos con el chef, joven, con muchas ganas, con muy buenas manos y mucha técnica en sus platos. Tenemos una conversación muy interesante.
Para volver y volver.
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