Vamos a un local que lleva abierto apenas una semana pero que no son nuevos en el sector. Tienen otro restaurante en La Cañada del cual ya habíamos oído hablar, por cierto, que muy bien.
Llego, como siempre, la primera y me recibe un local agradable, de colores pastel y veo mesas agrupadas para comidas de grupo. Si, estamos en plenas fiestas falleras y las comidas con los amigos son costumbre.
Mientras espero que llegue Andrés, me pido una cerveza Cruzcampo Gran Reserva, sabrosa y con algo de tostado. Viene con unas deliciosas aceitunas partidas.
Pido las cartas para ir haciendo camino ya que esta comida 'me toca a mi' por lo que voy a elegir los platos y, claro está, pagar la cuenta.
Llega Andrés un tanto retrasado porque el tráfico en estas fiestas es horroroso: calles cortadas y la ciudad, por una vez al año, tomada por los peatones.
Para acompañar la comida me he dejado asesorar: los vinos, casi todos desconocidos para mi, son italianos así que mejor preguntar. Me decanto por un lambrusco, Jeans Rosso, un lambrusco tinto con un poco de aguja. Suave, muy suave pero que no va a competir con la comida.
Y vamos a lo importante.
Como entrantes pedimos una burrata campana con tomate en texturas y rúcula. Plato inmejorable: una burrata cremosa y muy sabrosa, un tomate que acompaña con delicadeza a la burrata. Plato redondo.
Media tabla de salumi e formaggi. Media tabla de fiambres y quesos. Bien, con quesos sabrosos y buena mortadela.
Quería probar la pasta fresca pero también las pizzas. Me tiro a la piscina.
Tagliolini al tartufo: pasta fresca con trufa negra. Aunque algo sosa, esto permite apreciar mucho más el aroma de la trufa y no hacerse tan pesada (como más tarde nos explicará el chef Alberto).
Y la pizza, me decanto por una gourmet, la Ficanesca: con queso de cabra, salami picante, mermelada de higo, pizza que ha ganado el primer premio en 2018 del concurso dentro de la comunidad valenciana. La masa es tremenda: fina, tostada en su justa medida y que expulsa toda la grasa de los ingredientes que va goteando en el plato (así no se ingiere tanta grasa). Impresionante.
Y, pese a estar ahítos, llegamos al postre: tiramisú casero. El bizcocho bien empapado de café, el mascarpone bien batido y muy poco dulce. Fantático tiramisú.
Andrés remata la comida con su consabido ristreto. Yo me deleito con un poco de grappa envejecida (Bassano del grappa): más delicada que la grappa habitual. Muy buena.
Toda la comida nos atiende Anais, muy bien dispuesta (pese a tener la sala y la terraza abarrotada de gente), con buen sentido del humor. Su compañero, no le pedí el nombre, también nos atiende en algún plato y es quien me invita a la grappa. Al final, sale Alberto (chef de ambos locales) que pese a no ser italiano conoce bien los productos que toca. Su filosofía: buen producto y elaborarlo lo menos posible. Y le da buen resultado.
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