Un viernes más vamos a comer a un local que no hayamos estado antes. Dada la mañana de trabajo que tenía Andrés, se decide por buscar un local por los alrededores de donde iba a estar a la hora de la comida. Pero no reserva así que nos encontramos con un local que no tenía carta (opción A), otro que no tenía sitio (opción B) y como bien dice el refrán 'a la tercera va la vencida'.
Estamos en un local en los bajos de unos apartamentos y al lado de un hotel.
Pese a lo que podría pensarse que iban a tener paella, calamares a la romana, jamón y sangría, nos encontramos con sorpresas.
Pese a lo que podría pensarse que iban a tener paella, calamares a la romana, jamón y sangría, nos encontramos con sorpresas.
Sólo disponen de una mesa libre que es para seis pero no dudan en ubicarnos en ella. Es una de las mesas altas que tienen acompañadas de banquetas. La persona que nos atiende nos pregunta si estamos cómodos. Lo cierto es que si, estamos cómodos.
El local es funcional pero bonito, con decoración y detalles que lo hacen agradable. Por cierto, el cuarto de baño, donde entré a lavarme las manos, estaba tremendamente limpio: ni un papel fuera del sitio, ni unas gotas donde no debían estar y olía a limpio. Bien comenzamos.
Nos dejan con las cartas.
Hay menú infantil, menú vegetariano y otros. Nos vamos a la carta y nos llaman la atención las sugerencias. Hay tres y pretendemos pedirlas las tres y luego un entrecot de buey. Quien nos atiende nos comenta que es excesiva comida, así que reducimos.
Pero comencemos por el principio. A la espalda de Andrés hay una estantería con botellas de vino. Nada más ver San Román, se lo comento con tanto entusiasmo que no duda que será el vino que nos acompañará en la comida. Vino DO Toro viene a buena temperatura pero pedimos una cubitera con hielo porque en el local hace algo de calor y se va a calentar. Al descorcharlo lo notamos está algo cerrado. Hay que dejar que respire. Enseguida se perciben las frutas de bosque y el toque mineral. En boca es goloso, redondo, pasando con pretendida suavidad pero limpiando cualquier resto de sabor de comida a su paso.
Es de los que no hay que perderse.
Es de los que no hay que perderse.
Como entrantes nos decidimos por dos croquetas de jamón. Son caseras pero les falta algo de potencia en el sabor. Creemos que si infusionaran un hueso de jamón y añadieran algo de esta infusión a la bechamel, conseguirían unas croquetas más sabrosas. Eso si, son grandes y muy crujientes.
Luego viene un calamar con verduritas salteadas y sal maldon de vino: el plato es muy bonito aunque el calamar está algo duro. Las verduritas son crudites en juliana. Buen plato cuando el calamar esté algo más tierno.
Impresionante pulpo a la brasa con crema de calabaza y tierra de pimentón: delicioso pulpo muy tierno que junto a la crema de calabaza hacen un matrimonio perfecto. Pedimos más sal (nos vuelven a traer sal maldon de vino) porque la calabaza es muy dulce y este se come el fantástico sabor del pulpo.
Muy buen entrecot de buey que viene con patatas fritas y verduritas en juliana salteadas. El entrecot no es muy gordo y viene algo más hecho de lo que nos gusta. Aún así esta muy muy tierno.
Hemos llegado mal al postre y pese a que tienen unas tartas muy apetecibles, nos decidimos por dos trufas de chocolate caseras (sólo para los amantes del chocolate negro). Ricas ricas.
Andrés remata la comida con su consabido ristreto. Yo apuro mi copa de San Román.
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