
Llego la primera, me quedo tomando una caña de cerveza y esperando a Andrés. Comento con Carlos (está pendiente de la sala junto con un compañero que lleva unos días atendiendo en el local) lo que he pensado que comamos para que me oriente. Mi consejo es que dejes que te pongan lo que les apetezca en tu mesa. Así seguro que no te equivocas.

Llega Andrés y decide esperar a que nos sirvan la comida.
Como compañero de mesa tomaremos un vino blanco Mara Moura, de la bodega Martín Codax con 90% de godello y 10% de Treixadura. Viene muy frío por lo que en nariz poco nada notamos pero tiene una acidez muy correcta que va a plantar cara a todos los platos.
Y vamos a lo importante.
Como entrante frío tomamos un Usuzukuri de vieira con salsa yuzu, miso, pesto rojo de tomate seco y albahaca, chile dulce y picante, uvas de mar y pomelo tailandés (seguro me he dejado ingredientes). El plato es redondo (aunque se presenta en uno alargado): bocados intensos con muchos sabores que convergen en un disfrute superlativo. Estamos comenzando y vamos con masclet que parece el final de la comida...

Y vamos a platos más importantes.
Uramaki de ventresca de atún: relleno de brie rebozado en panko, confitura de tomate y parmesano. Bocado delicado, lleno de sabores que se pueden diferenciar si tomas tu tiempo en masticar detenidamente. Impresionante.


Y nos dejan para el final el mejor de los mejores. No está en carta porque depende de la disponibilidad de anguila en el mercado. Nigiri de anguila: medallón de foie con boina de anguila y crujiente de fresa y crema de la misma (supongo faltan y sobran elementos pero eso es lo que he distinguido y disfrutado). Este es el bocado definitivo. Después de este, ya no hay nada mejor. No hay que perderselo si estás en este restaurante.

No tienen café por lo que Andrés se queda sin su ristreto. Nos invitan a un delicioso licor de jengibre: dulce, pero no mucho, con el toque picante del jengibre. Me ha encantado. Y repito.
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