De nuevo
llego la primera (me encanta llegar la primera, sin prisas, elegir la mesa,
tomarme algo mientras espero...un verdadero placer) y elijo una mesa bien
iluminada. Seremos tres para comer, y sin que sirva de precedente.
Me pido una
copa de cava, que viene con unas almendras fritas y me dispongo a relajarme
mientras espero la llegada de Andrés.
Cuando llega
Andrés, se pide una copa de champagne y decide que vamos a comer con Moet
Chandon. Le dejo hacer, es su día, su restaurante y él se encarga de pedir y de
pagar, así que hoy él manda. El champagne tiene una burbuja fina, muy fina, con
sabores como de bollería y frutas muy frescas. De trago fácil y buena
permanencia. Va a ser un excelente compañero de mesa.
Y vamos a lo
importante.
Como detalle
de la casa nos traen unas finas láminas de zanahoria enrolladas sobre sí mismas
y rellenas de queso cremoso, olivas negras y mejillones. Un bocado resultón.
Nuestros
entrantes serán:
Croquetas de
jamón. Francamente buenas, con buen sabor a jamón y una consistencia
intermedia. Muy ricas.


Gambitas fritas. Gambitas muy pequeñas, bien fritas, crujientes que permiten comerlas enteras sin desperdiciar ni las barbas. No paramos hasta dar buena cuenta del plato.
Salmonetes
fritos. También de pequeño tamaño lo que permite que no dejemos ni el rabo.
Sabrosos, crujientes. Qué buenas están las frituras cuando se hacen bien, con
esmero, sin engrasar el producto.




Andrés
remata la comida con su consabido ristreto que viene con unas buenas trufas y
como digestivos nos pedimos un par de chupitos, uno de calvados y uno de
macallan.
Buena comida
con platos más tradicionales, pero con muy buena elaboración.
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